INAMOVIBLE

Llegué a la Suprema Corte de Justicia de la Nación el 2 de mayo de 2023, vistiendo un trajecito blanco que compré especialmente para la ocasión y un pin de la suerte. Me cautivaron sus murales hiperrealistas, su exquisito olor a madera tratada y el ajetreo de la gente en los pasillos que evidencia su dinamismo colosal. Me concedieron un escritorio en el tercer piso del edificio sede, al lado de Rodrigo, quien se convirtió en mi maestro y mejor amigo. A tres pasos y medio se encontraba la oficina de mi jefe, con una ventana que da directamente a la calle de Corregidora, desde donde es posible escuchar al organillero.

Los organillos llegaron a la Ciudad de México en el siglo XIX con los inmigrantes alemanes. Wagner y Levien fueron las primeras casas de instrumentos en rentarlos, más tarde accedieron a venderlos a circos y ferias. Durante el porfiriato, estos instrumentos -compuestos por un cilindro repleto de púas- se popularizaron rápidamente, y pasaron de amenizar las reuniones de las familias más adineradas a llenar con su música parques y plazas públicas. El uniforme que portaban los organilleros hace alusión a la indumentaria de los soldados del ejército del General Francisco Villa. De modo que, los organilleros, además de músicos, son una composición histórica y cultural que se convirtió en tradición.

Las calles de la Ciudad de México y las manías de su gente evolucionaron con el cauce del tiempo, pero los organilleros se quedaron congelados. Hoy día conservan los colores y el estilo de su vestimenta, el porte de sus ancestros revolucionarios y el repertorio de canciones disponibles, entre las que se encuentran: Las Mañanitas, Chiquitita dime por qué, Las Golondrinas, Cielito Lindo y La Rielera.

Durante mis días en la Corte he escuchado dos de las canciones de este repertorio, en modo repeat, todo el día. Al principio me parecía simpatiquísimo; luego le pedí permiso a mi jefe para usar audífonos en la oficina. El problema no es que las canciones sean las mismas una y otra vez, sino que los organillos que sobreviven al siglo XXI están desafinados. Rodri me contó un día la razón: parece ser que en la Ciudad de México residía uno de los últimos afinadores de organillo y, tras su muerte, hace algunos años, quedamos supeditados a la disonancia organillera.

Igual que el afinador, muchas “cosas” no sobreviven al tiempo. Unos meses después de mi llegada a Pino Suárez #2, Rodri se mudó a un despacho y se llevó consigo un pedazo de mi corazón y la cafetera que trajo un día para ingerir cafeína a nuestras anchas. En la Corte hubo también muchos cambios: una integrante nueva en el Pleno, una reforma abrasadora y, en el comedor, dejaron de servir postre. En el ajetreo matutino empezaron a surgir nuevas caras y otras desaparecieron. La esperanza iba y venía. Todo, igual que ocurre en el mundo que nos rodea, se movió de lugar, se sacudió de repente, murió y renació, murió y renació. Entonces hubo que preguntarse: ¿hay algo que perdure?

La respuesta existe. En este lugar en que encontré libertad y motivación intelectual permanece el amor de quienes dedicaron -y dedican- sus mañanas y tardes al estudio de los asuntos que corren a diario por las venas de nuestro sistema: nosotros somos el corazón. Aquí perdura por siempre el anhelo de una justicia que alcance a todos, anhelo al que han contribuido mentes brillantes y decididas. En los pasillos de la Corte viven nuestras anécdotas, nuestras risas, también nuestro enojo y frustración.

En la lista de lo inamovible están millones de recuerdos que han sobrevivido al tiempo. La Corte alberga fantasmas bonachones de juristas abnegados, cocineros que sirven porción extra de puré y guardias de seguridad que te nombran “licenciada” antes de que lo seas. Los pasillos aún huelen a deliciosa madera tratada y el organillero sigue tocando, todos los días, dos cancioncitas desafinadas al pie de las ventanas. De modo que, aunque nuestro Planeta gire todo el año y se lleve montones de elementos a su paso, aquí hay creaciones que resisten.

La esperanza no desaparece con el tiempo.

Comentarios

  1. Me encanta tu manera de escribir....Eres admirable. Siempre seré tu fans ☺️

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