Domingo, 10 de septiembre.

Querido diario: 

Hoy viví la paz. 

Después de semanas de tormenta hoy limpié la casa, cociné verduras, canté hasta quedarme sorda, bebí café en una tacita color menta y estoy sentada en la mesa de la cocina -que huele a incienso de manzana y canela- escribiendo estos sentires. La paz volvió, está entrando de nuevo por las ventanas, por las puertas, por las rendijitas abiertas, dispuesta a quedarse. La paz me está dando otra oportunidad, una nueva, una distinta. 

Los días pasados cuando me retorcía en la cama por los dolores del alma tuve mucho miedo de no volver a ser la misma, de quedarme encerrada en la agonía del corazón roto y apagarme por dentro como cuando una veladora de vaso se consume hasta el fondo y queda sólo el recipiente vacío. Hoy estoy agradecida de no haberme consumido, pero también de no ser la misma, y de que en medio del caos me haya podido sujetar de lo bueno que tengo, del amor que me rodea, de la esperanza de los nuevos días y de unos ojitos claros que vinieron para alumbrarme (otra velita que quisieron apagar y no lo lograron). 

Hoy siento la esperanza acomodarse en los huequitos de mi cuerpo, dispuesta -ojalá- a florecer. 
Si yo hubiera sabido en mayo que estaría escribiendo esto en septiembre, no lo hubiera creído. Las vueltas que da la vida. Que lo bueno llegue para quedarse y lo que duele siga decantándose. 

Hoy estoy volviendo a la paz. 

Comentarios

Entradas populares